No se puede esperar demasiado de la cuarta cumbre del G-20, bajo control anglosajón, debido a que la crisis es estructural y no coyuntural cuando ninguno de los mandatarios de EU y GB se atreve a tomar las medidas terapéuticas apropiadas y prefieren en su lugar la descomposición del sistema financiero internacional con el fin de no pagar, en lo inmediato, altos costos políticos.
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