Iniciada la inevitable declinación de las reservas de petróleo y gas natural del planeta, la civilización del combustible fósil -sobre todo, los intereses económicos y políticos que la dominan, no se rinden fácilmente. Junto a unas guerras encarnizadas por las reservas que quedan, ha surgido un nuevo y peligroso maná energético: el gas de esquisto.
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