Los resumiré en dos aspectos: no tenemos estrategias para vencer al capital, ni electorales ni insurreccionales, y no tenemos siquiera un imaginario alternativo a las urnas o a la toma del palacio. En segundo lugar, no hemos puesto en pie economías autosustentables, capaces de sostener la vida y de entusiasmar a los de abajo a dedicar todas sus energías a esas tareas. En suma, si llegamos a triunfar contra el capital, no sabemos con qué sustituir el capitalismo, salvo empeñarnos en repetir aquel socialismo de Estado (que en realidad era un capitalismo de Estado autoritario) que fracasó a finales de la década de 1980.
Una Revolución es ante todo, un cambio de las relaciones entre los humanos, y de estos con la Naturaleza.
Las izquierdas en el ojo de la tormenta
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