En las tres últimas décadas se ha venido abajo la financiación pública de los organismos dedicados a la salud global. Las empresas privadas firman cheques para tapar el agujero y, en consecuencia, inclinan la balanza en favor de sus propios intereses. Sin embargo, si se reordenaran las prioridades se conseguiría implicar a más empresas privadas, no a menos.
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