Recuerdo a las anarquistas que escribían en los años veinte que el fútbol era un deporte socialista donde todos se unen para lograr juntos el triunfo, un juego solidario, un símbolo de la revolución de los pueblos. Y cómo terminó siendo un juego de millones de euros o dólares que usufructúan pocos, y millones que pagan con gusto los que quieren gozar de las ilusiones de unas horas.
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