Verryn y "sus refugiados", como los llama la prensa local, son en realidad víctimas del Mundial. Y además no son las únicas. Por todo el país hay miles de personas, sobre todo las más pobres, que han sido desplazadas por la construcción de infraestructuras directa o indirectamente relacionadas con el evento, que han visto cómo su forma de vida pasaba a ser criminalizada o que, como en el caso de los refugiados de la Catedral Metodista, sencillamente "molestaban".
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