Iván Ilich - www.aporrea.org
¿Y no será importante para Venezuela y América Latina toda, patria de escritores ilustres, narrativa y política en ebullición, enfrentar la relación entre la escritura como praxis y la revolución como transformación del mundo? No se trata de una cuestión teórica, sino de cómo esa escritura contribuye, en tanto escritura popular, a darle cuerpo a la revolución, precisamente en el momento en el cual el pueblo se dota de una ley de educación que libera del yugo de las academias burguesas
La escritura popular no debe – ni puede – ser la obra de un individuo aislado, de un “sujeto monogámico” y “monoteísta”. Es más bien una escritura de grupo, de un campo de subjetividad, donde el colectivo resuena en el “yo” como multiplicidad de voces, interferencias que asumen la modestia y el gusto del riesgo de tales fisuras. Desde el graffiti sobre las “pulcras” paredes burguesas, que están allí como “hoja en blanco” para la espontaneidad popular, hasta la novela asumida como “recuento – adición de cuentos, historias de vida, tradiciones, raigambres, búsquedas soterradas de la propia herencia, destronada por un capitalismo que, amorfo, trata de quitarle forma a lo popular, - la escritura revolucionaria es como un rompecabezas que cada participante, hombre corriente, del pueblo todo, trata de resolver. Una re-composición del pueblo que el capitalismo ha disuelto – o trata, al menos – en masa anónima.
La escritura no es, nunca, inclusive cuando lo parece, la empresa de un hombre solo. El libro del pueblo es siempre nuevo, desconocido, abierto a las posibilidades de una educación que se educa a sí misma, porque es educación comunal, educación de comunas que encuentran la humanidad precisamente en la identidad grupal. En el libro del pueblo se entra sin guía. No está regido por verticalidad alguna, por ningún aro, sino por la trama horizontal de un tejido comunal donde los aportes se confunden en lo que aportan; en el pegar una frase con otra, y en un quedar apegado a lo escrito por lo que un burgués llamaría “el otro” y que la escritura popular no se molesta en nombrar.
Así la escritura se revoluciona a cada instante. Sacudida por las intervenciones propias de un foro abierto donde no se discute ni dialoga, sino que se “es” en un fluir como cuerpo social indistinto. El pueblo no es único. Es uno. Se reconoce en el “Estado docente” como garantía para su tesitura. El “Estado docente” es la revolución que protege la escritura, no como reserva de un individuo aislado del mundo, reserva de un sujeto desesperado que no sabe ya reconciliarse con lo social, sino como acto que transforma el mundo sin interpretarlo antes. No hay aquí un pensar anterior a la escritura, sino que la escritura misma es el pensamiento en acción, y el pensamiento en acción es la revolución.
¿Qué todo esto no puede sino decirse desde una educación no popular? ¿Y quién ha dicho que lo popular no puede ser esto mismo sólo por estar puesto en un lenguaje de transición que contiene elementos “académicos”? Todos estamos contaminados por el capitalismo. Su economía nos enferma hasta en lo más hondo de nuestro ser. Lo importante es resistir, luchar, en la escritura también. Y no sólo en ella.
La nuevas ley orgánica de educación debe enseñarnos a desaprender lo que otrora han hecho con nosotros. Olvidarse de uno mismo, para entrar, “mar adentro”, en las cientos de olas de una no-historicidad propia de lo popular, hasta que lo popular emerja en todo su esplendor y fuerza, y nos calle para siempre, para hablar como nunca.
bujarin1917@gmail.com
buenas tardes escribo desde valencia carabobo lo felicito a manoalza y por este articulo saludos
ResponderEliminar