Una Revolución es ante todo, un cambio de las relaciones entre los humanos, y de estos con la Naturaleza.
Rebeldes con causa. Entrevista sobre el “Cordobazo”, 40 años después
Mónica Gordillo
En Argentina, en todo el país y principalmente en la ciudad de Córdoba, se recordaron los 40 años del “Cordobazo”, una insurrección obrera y popular que estalló el 29 de mayo de 1969 y puso fin a la dictadura de Juan Carlos Onganía. La figura del dirigente sindical Agustín Tosco es inseparable de aquellos acontecimientos. Laura Ospital charló con la historiadora e investigadora del Cordobazo para conmemorarlo como hecho histórico complejo y nada casual. Quiénes salieron a la calle, qué reclamaban, lo que vendría y por qué.
El Cordobazo merece ser repensado en su dimensión histórica, más allá de lo mucho que haya cambiado el mapa del país y del mundo. Entre el mito, las interpretaciones y las apropiaciones posteriores; a cuatro décadas, diremos que aquel 29 de mayo de 1969 tiene mucho para decir hoy.
Ese día Córdoba ardió. Ardió en una protesta obrero-estudiantil que se hizo rebelión popular cuando cientos de miles de personas salieron a la calle y, más tarde, cuando la ciudad quedó en manos de la gente, insurrección urbana. "La represión de la dictadura militar de Juan Carlos Onganía no hizo más que disparar una reacción colectiva no prevista ni planificada, que cambiaría el curso político de los años que siguieron", destaca Mónica Gordillo, autora de Córdoba rebelde. El Cordobazo, el clasismo y la movilización social.
Los trabajadores reclamaban derechos salariales mientras los estudiantes pedían cogobierno en las facultades. Tanto unos como otros rechazaban la represión de la que habían sido blancos. Pero lo que comenzó como una protesta planificada se desbordó cuando la policía asesinó a Máximo Mena, obrero de IKA-Renault. "La gente de los barrios no actuó por contagio o irracionalmente. Las barricadas y la ayuda concreta a los manifestantes fueron actos de violencia popular con un fuerte contenido político: rechazaban el autoritarismo de Onganía, un gobierno militar ilegítimo y un sistema político que ya no se sostenía con la proscripción del peronismo".
Ciudad abierta
Mientras que otras ciudades argentinas encadenaban reclamos similares, la experiencia cordobesa fue la más contundente porque conjugó una serie de elementos comunes al resto del país en un trasfondo político-social particular. "El Gobierno no registraba el clima que se estaba viviendo y, en cambio, respondía con más represión. Esa represión enardeció los ánimos porque había una sensación de injusticia previa. Hechos recientes como la violencia contra la asamblea del Smata y las muertes de estudiantes en Corrientes y Rosario días atrás, se combinaron con la percepción de viejas conquistas vulneradas como la suspensión de las convenciones colectivas, el sábado inglés o la negativa a abolir las quitas zonales", analiza Gordillo.
Además, la Docta concentraba a trabajadores y estudiantes en un espacio relativamente pequeño, con un clima cultural de movilización y compromiso que daban marco. La ciudad se había poblado de nuevos trabajadores de la industria automotriz y metalmecánica. Eran muy numerosos, estaban altamente concentrados en fábricas y barrios obreros, y sostenían una notable disciplina sindical y gimnasia de reclamo. A su vez, los sindicatos cordobeses eran autónomos de las dirigencias nacionales, y el movimiento estudiantil, también concentrado, estaba muy próximo al obrero.
A esto se sumaron otros factores de la escena como algunas posiciones radicalizadas de la izquierda y el apoyo activo del Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo.
"Todo configuró un hecho de acción colectiva con distintos actores o grupos involucrados y distintos objetivos políticos que confluyeron en un terreno común: la oposición a la dictadura –explica la historiadora–, una oposición que le costó su caída a Onganía y dio paso, luego, a una sucesión de gobiernos precarios hasta la llamada a elecciones democráticas".
Hito con razones
El Cordobazo fue el resultado de un proceso, pero tuvo la fuerza de un acontecimiento capaz de quebrar la historia. Permitió reconocer a ciertas voces y grupos que venían desarrollándose y que serían activos protagonistas de la vida política de los ’70. Cuestionó seriamente la autoridad, puso sobre la mesa la crisis política y abrió una década intensa: "Ese 29 de mayo precipitó una serie de definiciones y activó un ciclo de protestas en el que distintos sectores se pronunciaron con proyectos políticos muy diversos, como podían ser la vuelta del peronismo al poder, la lucha de clases, el retorno a la democracia, la revolución socialista o la opción armada".
Con una mirada en nuestra época, Gordillo señala la importancia de comprender cuándo una protesta se puede convertir en violencia popular, aunque la realidad actual sea tan distinta: "Hoy no tenemos un movimiento obrero organizado y combativo como entonces, no hay un movimiento estudiantil –hay estudiantes pero no como colectivo–, y tampoco existe un ciclo revolucionario a nivel mundial como fueron los ’60 y los ’70; sin embargo, la posibilidad de la violencia popular como forma de acción política sigue presente y 2001 fue un ejemplo, aunque los escenarios no sean comparables".
Otro elemento sugerido para tener en cuenta es la forma en que puede ocuparse el espacio público en un movimiento de reivindicación democrática. En la medida en que haya circunstancias como las del Cordobazo, en las que se polarizan las diferencias y crece un sentimiento social de acuerdos rotos, las posibilidades de la política como violencia crecen. La historiadora cordobesa asegura que esto tiene una enorme vigencia hoy, si pensamos en el nuevo mapa político de Latinoamérica o en las innumerables circunstancias de injusticia de nuestras sociedades.
- ¿Vale volver a pensar el Cordobazo?
– Claro que vale. Por lo que significa como posibilidad de construcción de colectivos, de sumar a los distintos sectores en una acción que intente revertir el orden existente y crear uno de mayor justicia. Vale la pena porque cuando se pone el cuerpo en lo que se considera injusto, las cosas pueden conseguirse y, si no es en lo inmediato, al menos quedan marcas que pueden ser retomadas por otros. Se trata del valor de comprometerse en algo juntos, trascendiendo lo individual desde una idea de creación de comunidad política.
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